Son muchas las tecnologías que se han incorporado al sector llevándonos a hablar de “Construcción 4.0”, con la aplicación de la realidad aumentada, impresión 3D, Builing Information Modelling (BIM), la robótica, el IoT o el cloud computing, entre otras. A algunas de ellas les hemos pasado revista en este blog y hoy le ha llegado el turno al Big Data.
Pero ¿qué es exactamente? Este es un término que puede traducirse como datos a gran escala y es aplicable a toda aquella información que no puede ser procesada o analizada utilizando herramientas o procesos tradicionales porque sobrepasa las posibilidades del software de gestión de información.
Este concepto ha nacido con la progresiva implantación de la digitalización y los dispositivos conectados en nuestras vidas y los datos proceden de innumerables sensores, micrófonos, cámaras, escáneres, etc., que se organizan de manera que se conviertan en información veraz para una óptima y rápida (a veces en tiempo real) toma de decisiones.
Todo tipo de empresas almacenan y administran ya la gran cantidad de información que llega y las del sector de la ingeniería y construcción también lo están implantando con muy diversas utilidades. Sin ánimo de exhaustividad y a modo de ejemplo, veamos algunas.
En muchos casos, y enlazando con la metodología de trabajo BIM, el Big Data ha sido la tecnología perfecta para la mejora de procesos de construcción al crear con ellos sistemas que permiten el modelado predictivo basado en datos obtenidos en tiempo real, generando mejoras en la estimación de costes, facilitando el mantenimiento de edificaciones basándose en monitorizaciones previas de rendimiento (por ejemplo en eficiencia energética), generando ventajas en la eficacia y gastos de combustible y tiempo en una obra al incorporar sensores en su maquinaria o ayudar en la toma de decisiones a la hora de qué y dónde construir a partir de datos de diseño de edificios o del entorno de los mismos.
El Big Data puede ser muy útil también a la hora de aportar seguridad y un ciclo de vida más largo a las infraestructuras, pues ya se ha experimentado con un sistema de sensores que, a modo de red neuronal, sirva para detectar el ‘estado de salud’ de las construcciones y evitar así desastres provocados por una patología de la que nadie se había percatado; todo ello, supervisado siempre por un profesional.
Y por supuesto, no podemos olvidar el ejemplo más obvio, el que integra el uso del Big Data en la ciudad convirtiéndola en una ‘smartcity’. En este camino, al que parecen avanzar progresivamente todas las ciudades, hace uso de la información para tomar decisiones en todas los ámbitos de funcionamiento de la urbe: en movilidad – desde la organización de los semáforos, al funcionamiento del transporte público-, planificar y diseñar la ciudad en función de los movimientos de sus ciudadanos, dar uso eficiente de la energía, identificar las claves de una correcta gestión del agua, determinar los niveles de polución para tomar decisiones políticas sobre transporte o en la recogida de residuos urbanos, etc.