Desde este mes de noviembre, el viaje entre Mozambique y Sudáfrica ha cambiado notablemente. Concretamente, desde la capital mozambiqueña a la provincia de KwaZulu-Natal, la duración del recorrido ha pasado de seis horas a 90 minutos.
Y a ello ha contribuido el puente Maputo-Katembe, que salva los 680 metros de distancia entre las dos orillas de la bahía de la capital y se eleva 60 metros sobre el agua. Este puente, con dos carriles por sentido y dos torres, tiene una longitud de tres kilómetros: 1230 m de puente en hormigón prefabricado, 1100 m de puente en cantilever y 680 m de puente colgante. Por esto, y algunas cosas más, el de Maputo es un puente de récords.
Para lograr ser el puente colgante más grande de todo el continente africano, ha tenido que desbancar al de Matadi (2800 metros de longitud), ubicado en la República Democrática del Congo, e invertir durante los cuatro años de su construcción la friolera de 785 millones de dólares, financiados al 95% por una línea de crédito china.
De hecho, se trata de la infraestructura más cara construida en el país tras su independencia en 1975, a pesar de la elevada deuda pública que afronta Mozambique. Y tanto que para muchos esta es una muestra flagrante de cómo China está “apoderándose” de África.
Para solventar la situación, la infraestructura, construida por la Corporación China Road and Bridge (CRBC), será de peaje durante dos décadas, aunque algunos medios hablan de un periodo de gracia de por medio.
El proyecto completo incluye 180 kilómetros de carretera que se extienden desde la capital mozambiqueña hasta el enclave turístico Punta de Oro, próximo ya a la frontera con Sudáfrica.
En él se han utilizado 75.000 toneladas de acero y 300.000 m3 de hormigón, y se ha empleado a 3.800 trabajadores locales y 450 chinos, así como medio centenar de ingenieros y consultores procedentes de países como Alemania, Inglaterra, Rusia y Grecia.
Y todo ello con la intención de contribuir al sueño de una comunicación ininterrumpida del continente, desde Sudáfrica al norte de África, un sueño en el que China parece tener mucho que decir.
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