Hace apenas unas semanas, se celebraba por todo lo alto la inauguración del que es ya uno de los mayores puentes de África Occidental: el Puente de Senegambia.
Tras varias décadas posponiendo un proyecto necesario por cuestiones políticas, el presidente de Senegal, Macky Sall y el de Gambia, Adama Barrow, han abierto al tráfico de vehículos ligeros (los pesados no podrán pasar hasta el mes de julio) este paso sobre el río Gambia.
La nueva infraestructura, que mide casi un kilómetro de largo, 20 metros de alto y 12 de ancho, facilita la comunicación entre el norte y el sur de Senegal, un territorio atravesado por otro estado, Gambia, que exigía cruzar en ferri o realizar una incursión de doce horas de duración por el interior del país, rodeando Gambia.
Tras cuatro años de obras realizadas de la mano del consorcio hispano-senegalés Corsán – Arezki, la infraestructura, que dispone de dos carriles de peaje, ha costado unos 75 millones de euros y ha sido financiado por el Banco Africano de Desarrollo (BAD) y el Banco Mundial.
El viaducto, también denominado Farafegni, mejorará la integración económica y social de ambos países, así como de toda la región. Pero es, además, el primer paso para lograr el sueño de un corredor terrestre que permita comunicar las principales ciudades de África Occidental, entre Dakar y Lagos, a través de once países, un proyecto de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) que formará parte de la Autopista Transafricana que desarrolla Naciones Unidas y la Unión Africana.
Y es que la mejora de la red de infraestructuras terrestres en África es esencial para lograr con éxito la creación de la Zona de Libre Comercio Continental, un mercado único sin barreras aduaneras al que se han unido la mayoría de los países del continente y que este mismo año cobrará un serio impulso.
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