La Torre Europa, un rascacielos de 121 metros de altura distribuidos en 32 plantas, nacía en 1985 en el corazón del distrito financiero de la capital, Azca, con las últimas tecnologías de la época incorporadas en su construcción original, bajo las directrices del arquitecto Miguel Oriol.
Y ahora, en una época en que las Cuatro Torres e incluso la quinta denominada Caleido que ya se levanta al final del Paseo de la Castellana han primado otra serie de materiales, tecnologías y criterios más modernos, la Torre Europa no ha querido perder el paso de los tiempos y ha realizado una completa renovación que le ha convertido en un “smart building”.
Tras un concurso de ideas, el estudio de arquitectura CRTKL y Arup, a cargo de la Ingeniería, han llevado a cabo una completa transformación que ha costado 40 millones de euros.
Este proceso de rehabilitación, que se ha llevado a cabo sin cesar en ningún momento la actividad en su interior, le ha valido el certificado LEED Gold, por su alta eficiencia e incorporación de criterios sostenibles, así como la distinción a la mejor renovación de 2019 en edificios de gran altura por parte del Consejo de Edificios Altos y Hábitat Urbano.
El acceso al edificio por el norte, aportándole más luz y transparencia, con vidrios de 12 metros o puertas giratorias de 5,5 metros de altura, además de forrar los pilares del edificio con acero inoxidable, consiguen convertir el hall en un monumental “cubo de cristal”. Además, una segunda entrada en el nivel del suelo mejora la conexión con la plaza pública y, por ende, con la ciudad.
El hormigón de la fachada se ha modernizado con acero inoxidable, pero sobre todo, la actualización ha llegado dotando de inteligencia al edificio con un centro de control que centraliza todos los avisos y notificaciones de cada elemento y planta del edificio, como por ejemplo, la ocupación de cada piso para adaptar la calefacción o aire acondicionado, el estado de los ascensores, la iluminación por sensores o cualquier incidencia que pueda surgir a partir de la conexión a las máquinas del edificio. Es precisamente su gestión inteligente la que facilita un considerable ahorro energético.
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