A menudo el avance de las tecnologías en cualquier ámbito nos hace pensar en la manera de ir un paso más allá: llegar más lejos, hacerlo más rápido, con más calidad, a menor precio.
Pero, en ocasiones, las innovaciones además de crear nuevos nichos de mercado o incluso cubrir necesidades inexistentes para una mayoría, sirven a los menos favorecidos para disfrutar de soluciones que de otro modo serían posibles.
Las familias que viven en América Latina, entre otros lugares del planeta, con menos de doscientos euros al mes, tienen difícil acceso a viviendas en condiciones de seguridad y salubridad. Y al tiempo, son las últimas de disfrutar de las más modernas innovaciones.
Y para romper con esta tendencia, se ha puesto en marcha un proyecto sin precedentes que quiere poner del lado de los más desfavorecidos las ventajas de la aplicación de la impresión 3D al sector de la construcción.
Así, con intención de sustituir las chabolas que hacinan a los 400 habitantes de un pueblo de América Latina, agricultores y artesanos mayoritariamente, cuyo nombre no ha sido revelado, se imprimirán viviendas empleando 24 horas para la construcción de cada una de ellas.
El proyecto de construir la primera comunidad impresa en 3D del mundo es fruto de la colaboración de Fuseproject -una compañía de diseño-, New Story – una organización sin ánimo de lucro- y ICON, una empresa de tecnología de la construcción, que han trabajado conjuntamente para adaptar las viviendas a las condiciones de clima y cultura del grupo social al que van destinadas.
Además, se ha atendido a los niveles de actividad sísmica en la zona con mejoras en la estructura de la base y refuerzos adicionales en las cavidades de la pared, de modo que se levantan rápidamente y de una manera más económica, viviendas seguras y sostenibles, sin apenas desperdicio de material gracias a la impresión 3D.
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