Hoy traigo una historia especialmente dedicada a los enamorados del hormigón, pero también queremos saber la opinión de los amantes del paisajismo, del patrimonio o del arte contemporáneo.
Nos situamos en Gibellina, una pequeña cittadina del este de Sicilia marcada por un suceso trágico en 1968. Sobre la memoria colectiva de los gibellini todavía pesa la devastación que supuso el terremoto del Belice, que afectó a toda la isla y supuso la destrucción total del pueblo.
Los vecinos se vieron desplazados a Gibellina Nuova, un pueblo de nueva fundación a 11km del lugar original, en una zona menos peligrosa de cara a futuros sismos. Para superar el duelo se convocó un concurso para realizar intervenciones artísticas en la nueva localidad.
El concurso lo ganó Alberto Burri, pintor y escultor natural de Umbría. El artista destacó por sus obras con materiales experimentales, tales como alquitrán, papel y plástico quemado, sacos o madera carbonizada. Sus investigaciones formales sobre grietas, surcos, fisuras y sus geometrías son visibles en su propuesta para Gibellina.
El proyecto consistió en cubrir las ruinas de la ciudad con hormigón, restituyendo así la trama urbana de la ciudad a su escala original, quedando marcada una huella de memoria sobre el paisaje siciliano.
Casi 90.000 m2 de superficie crean un conjunto monumental imponente. Caminar por las estrechas grietas entre las losas nos invita a plantearnos cómo debía ser ese lugar, lleno de vida y ajetreo y cómo es ahora una silenciosa e inmóvil tumba urbana. Lo humano es volátil y efímero; a diferencia de lo pétreo, firme y perpetuo.
Ahora quiero saber vuestra opinión, desde la escala territorial hasta el acabado superficial del encofrado. ¿Cómo valoráis la intervención en el paisaje? ¿Qué os sugiere pasear por los surcos? ¿Qué futuro le augurais a esta obra, viendo su estado de conservación?